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Un milagro en medio del fuego

El domingo 3 de junio de 2018, una devastadora erupción del Volcán de Fuego ubicado al sur de Guatemala, cambiaría la vida de la familia López Zamora para siempre. Una historia conmovedora e impactante narra uno de los milagros que los guatemaltecos vivieron en medio del fuego.

Ignacio y Carmelina López, junto con sus hijos Yordy (un diácono de 13 años) y Karla (una niña de 10 años), vivían en la aldea de San Miguel Los Lotes, Escuintla. La familia López Zamora son miembros fieles y activos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Hunapú,  Escuintla. 

Ignacio trabaja lejos de su familia. El día de la tragedia, él se encontraba trabajando en Quetzaltenango, Guatemala, a más o menos cuatro horas de camino de donde su familia se encontraba, por lo que la tecnología ha sido para ellos el medio de comunicación más importante. La tarde del domingo, una llamada telefónica fue suficiente para despertar una “sensación de pánico y desesperación”, dice Ignacio, quien agregó no haberse sentido así nunca antes en su vida.

La esposa de Alvin Juárez,  lider de La Iglesia en Escuintla recibió una llamada de Carmelina alrededor de las 2:45 pm, justo después de regresar a casa de una  conferencia de estaca. Entre gritos, Carmelina suplicaba con voz desesperada que llegaran a su auxilio, pues ella y sus hijos habían sido alcanzados por el material dañino y mortal que expulsó el volcán al hacer erupción apenas unos minutos antes. De inmediato, el presidente Alvin Juárez llamó a Maugdo Vásquez, el miembro de la Iglesia en Escuintla, para ir al rescate de esta familia.

 

Ese mismo día durante la conferencia de estaca, habían compartido metas acerca de ministrar y socorrer al necesitado, ambos aplicaron el mandato. Al llegar a la zona en donde se encontraba atrapada la familia López, los miembros de la Iglesia se dieron cuenta de que les sería imposible entrar a rescatarlos, pues el material volcánico ya había tapado la carretera que les permitía el acceso hacia la vivienda. Con mucho pesar tomaron la decisión de regresar a casa, ya que sus vidas corrían peligro también.

Mientras Alvin Juárez buscaba ayuda de emergencia para esta y más familias afectadas, Carmelina llamó a su esposo, Ignacio, quién relató en detalle lo que ocurrió esa tarde.

Carmelina gritaba del otro lado de la línea en donde Ignacio escuchaba desesperado; sus hijos querían despedirse de su papá, pues pensaban que iban a morir. Él comenta que al escuchar esto, tuvo que apoyarse en un poste para poder mantenerse en pie después de tan impactante declaración. Con mucha angustia y ansiedad escuchaba como su esposa le decía que habían usado el agua de un recipiente que tenía en casa para mojar cobijas y sus mismas extremidades. De esa manera ellos podrían soportar el calor abrasador que había rodeado la vivienda.

Carmelina aún en la llamada le relataba a Ignacio como sus hijos Yordy y Karla corrían al refrigerador en busca de toda clase de líquidos, incluso gaseosas, para echarse sobre el cuerpo y así apaciguar el calor intenso del material volcánico ahora dentro de la vivienda. Ignacio cuenta como entre gritos él escuchaba la voz de sus hijos diciendo: “Papá, ya no nos vamos a ver nunca”. Sin saber qué hacer, este padre valiente tratando de consolarse a él mismo y a sus hijos contestó: “Sí, si nos vamos a ver. Yo sé que alguien va a rescatarlos”.

Ignacio describe que en ese momento él sujetó aún más fuerte el poste que lo sostenía e hizo una oración solemne y ferviente diciendo: “Padre Celestial, en tus manos encomiendo a mi familia”. Ignacio pensaba con angustia: “¿qué va a ser de mí el día que yo me quede solo?”. Fueron momentos muy angustiantes para Ignacio y refinadores para Carmelina y sus hijos; ellos catalogan como “un gran milagro” el hecho de que la materia piroclástica no alcanzara la cama en donde ellos estaban subidos, mientras en el otro cuarto donde habían estado antes, la materia llegó a la altura del techo. “Fue un milagro”, dice Carmelina.

Más adelante, Ignacio comparte que mientras él estaba en camino de vuelta a San Miguel Los Lotes, recibió nuevamente una llamada de Carmelina diciendo que un joven vecino, Nicolás, los había rescatado y que ella y sus hijos estaban de camino al hospital. Carmelina relata esto como un milagro del que ellos fueron parte. Está muy agradecida que a pesar de que sus hijos tuvieron quemaduras en los pies, fue poco el daño en comparación al de la mayoría de sus vecinos que no sobrevivieron. “La paz que uno recibe en el templo”, dice Carmelina, “nos fortalece en los tiempos difíciles”.

Ignacio comparte, “Estoy agradecido con Dios, porque solo Él puede realizar estos milagros”; su testimonio del poder de la oración ferviente ha sido fortalecido, y se siente muy agradecido por el apoyo recibido.

Actualmente, Ignacio se encuentra en un albergue provisional en el edificio de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en  Escuintla, mientras sus hijos reciben tratamiento especial en un hospital cercano. Todos los miembros de la familia López Zamora se encuentran estables y esperan con ansias el poder reunirse nuevamente.

A pesar de los muchos desafíos que familias como los López Zamora están sufriendo debido a la erupción del volcán, como país hemos visto el cumplimiento de la promesa que se encuentra en el Libro de Mormón en las palabras de Amulek: “Sí, y cuando no estéis clamando al Señor, dejad que rebosen vuestros corazones, entregados continuamente en oración a Él por vuestro bienestar, así como por el bienestar de los que os rodean” (Alma 34:27).

Los milagros siguen ocurriendo, en diferentes escenarios, en diferentes tiempos y a diferentes personas, de acuerdo a nuestras necesidades y nuestra fe. Carmelina, Ignacio, y sus hijos podrán siempre tener en su corazón el sentimiento de ser uno de los milagros en medio del fuego.

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